A un año del gobierno del Presidente López Obrador, es un hecho que no puede presumir éxitos en materia económica, tampoco en la generación de empleos y mucho menos en reducir los altos índices de violencia e inseguridad que vive el país.
En su mensaje del 1° de diciembre destacó como logros algunas cifras que no son propiamente obra de su gobierno: el aumento histórico de las remesas, la baja inflación que el Banco de México -como organismo autónomo- mantiene controlada en 3% y la estabilidad en el tipo de cambio peso-dólar, que se debe a las atractivas tasas de interés que se pagan a los inversionistas.
Lo que sí es atribuible a su administración, es el nulo crecimiento económico que permanece en una fase de estancamiento prolongado con visos de recesión, el desplome del sector de la construcción, la caída del consumo interno, el aumento del desempleo, la falta de confianza de los inversionistas, entre otros, que han prendido las alertas.
En lo que va del sexenio se han dejado de crear 328 mil empleos y de acuerdo con un análisis del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado, casi tres millones de puestos de trabajo con ingresos superiores a tres salarios mínimos fueron remplazados por otros de menor paga. Es decir, el empleo se ha precarizado.
La violencia está incontenible, la estrategia de “abrazos y no balazos” no está funcionado. Con más de 30 mil homicidios dolosos 2019 se perfila como el año más violento desde que se lleva registro y en casi todos los delitos hay incrementos: feminicidios, violaciones, secuestros y extorsiones. No hemos avanzado en la seguridad, de hecho estamos mucho peor.
Sin embargo, el Presidente dijo en su mensaje que indudablemente “en estos primeros doce meses hemos avanzado mucho” y tratando de ganar tiempo se dio a sí mismo un año más de plazo para sentar las bases de lo que llama un cambio de régimen.
Hay que recordar que al inicio de su mandato se comprometió a dar resultados en materia de seguridad en cien días, después indicó que en seis meses. Ahora pide un año más para “serenar al país”.
El lenguaje de división y polarización acrecientan el clima de incertidumbre y tensión social, el desprecio por las instituciones, por los órganos autónomos y la independencia de los poderes, no abonan a la construcción de un sistema democrático ni a la armonía social.
En las encuestas de popularidad AMLO goza de una aprobación en el rango de 58 a 60%, lo que sin duda representa un apoyo importante a su gestión, aunque hay que decirlo, está dentro de los márgenes del respaldo que también tenían Vicente Fox y Felipe Calderón al terminar el primer año, con 60% y 65%, respectivamente.
Pero la situación no es la misma cuando se evalúa a su gobierno, cuya calificación es negativa para el 52% de los encuestados y según la tendencia el Presidente registra una lenta pero sostenida caída en su popularidad de 20 puntos, toda vez que a principios de año tenía niveles de aceptación de casi 80%.
Ante este panorama ¿qué sostiene la aprobación presidencial?, se preguntan especialistas y analistas.
La única explicación es que su aprobación está sostenida en las expectativas de la población que todavía espera que cumpla lo que prometió en campaña, no así en los resultados que entrega en su primer año.
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Publicado por el Diario de Querétaro, 11 de diciembre de 2019